domingo, marzo 26, 2006



Por descuido, el dedo de Werther toca el dedo de Carlota,
sus pies, bajo la mesa, se encuentran.
Werther podría abstraerse del sentido de esas casualidades; podría concentrarse coproralmente en esas endebles zonas de contacto y gozar de ese trozo de dedo o de pie inerte, de una manera fetichista, sin inquietarse por la respuesta (como Dios --es su etimología--, el Fetiche no responde).
Pero precisamente Werther no es perverso, está enamorado: crea el sentido, siempre, en todas partes, de nada, y es el sentido el que lo hace estremecerse: está en el incendio del sentido.
Todo contacto, para el enamorado, pantea la cuestión de la respuesta: se le pide a la piel que responda.


Roland Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso

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