A ti
En algún lugar, cercano o remoto, en un tiempo de inagotable antigüedad, ocurrió.
En algún medio linfático la vida decidió escindirse para siempre en dos entidades irreconciliablemente desunidas.
Esa separación de cuerpos recibió la inmensa comisión de perpetuar la existencia de los seres así escindidos .
(Lezama Lima, cap. IX).
Algún ejercicio etimológico quiere que la palabra que designa el fenómeno no provenga de sexus sino de sectus, “lo cortado”. No sé cuánto crédito merece esta etimología de aire cratiliano (Platón, Cratilo). Lo poco que sí sé es que sirve para aludir a esa experiencia llamándola herida profunda y esquizofrenia radical que vive entre nosotros desde mucho antes de la aparición de esta especie que venimos siendo.Viaje hacia el otro. Ese monstruo bello que aunque nos repele nos permite, por un instante, el instante del abrazo, salvarnos del vacío: todos estamos marcados por la otredad, por la conciencia de ser algo incompleto que solo olvida la muerte transpirando a dos bocas, a dos voces (Guzmán).Nombrar esa escisión, como herida, como abrazo interminable, como voluntad de cicatrización, ha sido un hecho notable de toda capacidad de decir. Porque darle nombre ha sido siempre una exploración, solemne o irrisoria, de lo que comenzó siendo condición reproductiva y ha terminado siendo, con nosotros, humanos, cultura; esto es, la estupefacción irreductible de encontrarnos y desencontrarnos cada vez que tratamos de hallarle, o siquiera conferirle arbitrariamente, un sentido. Siempre provisional, siempre insatisfactorio, siempre inencontrable.
Continuarà
Fuente:
Morfología del deseo
Roberto Hernández Montoya
Morfología del deseo
Roberto Hernández Montoya
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