domingo, mayo 28, 2006

Leyenda Sioux



Cuenta una vieja leyenda
de los indios Sioux,
que una vez llegaron
hasta la tienda
del consejero de la tribu,
tomados de la mano,
Toro Bravo,
el más valiente
y honorable de los
jóvenes guerreros,
y Nube
Azul,
la hija del cacique
y una de las más
hermosas mujeres de la
tribu....

-Nos amamos...
- empezó el jóven

-Y nos vamos a casar....
- dijo ella.

-Y nos queremos tanto
que tenemos miedo,
queremos un hechizo,
un conjuro,
o un talismán,
algo que nos garantice
que podremos estar
siempre juntos,
que nos asegure
que estaremos
uno al lado del otro
hasta encontrar la muerte.

-Por favor-
repitieron -
hay algo que podamos hacer?

El viejo los miró
y se emocionó

al verlos tan jóvenes,
tan enamorados
y tan anhelantes
esperando su palabra.
-Hay algo -dijo el viejo-
pero
no sé...
es una tarea
muy difícil y sacrificada.
-Nube Azul -dijo el brujo-
¿ves el monte al
norte de nuestra aldea?
Deberás escalarlo
sola y sin más armas
que una red y tus manos,
deberás cazar el halcón
más hermoso
y vigoroso del monte,
si lo
atrapas,
deberás traerlo aquí
con vida
el tercer día después
de luna
llena
¿comprendiste?

-Y tú, Toro Bravo
-siguió el brujo-
deberás escalar
la montaña del
trueno,
cuando llegues a la cima,
encontrarás
la más brava de todas
las águilas,
y solamente
con tus manos y una red,
deberás atraparla
sin heridas y traerla ante mí
, viva,
el mismo día
en que vendrá Nube
Azul.
Salgan ahora!

Los jóvenes
se abrazaron con
ternura y luego
partieron a cumplir
la misión encomendada,
ella hacia el norte
y él hacia el sur.

El día establecido,
frente a la tienda
del brujo,
los dos jóvenes
esperaban con las bolsas
que contenían
las aves solicitadas.
El viejo
les pidió que
con mucho cuidado
las sacaran de las bolsas,
eran
verdaderamente
hermosos ejemplares...

-Y ahora
qué haremos...
-preguntó el jóven-
¿los mataremos y beberemos
el honor de su sangre?

-No - dijo el viejo.

-¿Los cocinaremos
y comeremos
el valor en su carne?-
propuso la joven.

-No -repitió el viejo.
-Harán lo que les digo:
tomen las aves y
átenlas entre sí
por las patas
con esta tiras de cuero,
cuando las
hayan anudado,
suéltenlas y
que vuelen libres.

El guerrero y la jóven
hicieron
lo que se les pedía
y soltaron los
pájaros,
el águila y el halcón
intentaron levantar vuelo
pero sólo
consiguieron revolcarse
por el piso.
Unos minutos después,
irritadas
por la incapacidad,
las aves arremetieron
a picotazos entre sí
hasta
lastimarse.


Este es el conjuro:

Jamás
olviden lo que han visto,
son ustedes
como un águila
y un halcón,
si se atan el uno al otro,
aunque lo hagan por amor,
no sólo
vivirán arrastrándose,
sino que además,
tarde o temprano,
empezarán a
lastimarse el uno al otro.
Si quieren que el amor
entre ustedes
perdure
"Vuelen juntos...
pero jamás atados"

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