viernes, junio 09, 2006

 






 Les contè que estoy enamorada?
Ahora estoy triste, con mucha saudade y
saquè del baùl de los poemas, èste
dulce poema de Tuñòn...
Venì , AMOR, te lo leo al oìdo...


LLUVIA

Entonces comprendimos
que la lluvia también era hermosa.
Unas veces cae mansamente
y uno piensa en los cementerios abandonados.
Otras veces cae con furia,
y uno piensa en los maremotos
que se han tragado
tantas espléndidas islas
de extraños nombres.
De cualquier manera
la lluvia es saludable y triste.
De cualquier manera
sus tambores
acunan nuestras noches
y la lectura tranquila
corre a su lado por los canales del sueño.
Tú venías hacia mí y
los otros seres pasaban:
No habían despertado
todavía al amor.
No sabían nada de nosotros.
De nuestro secreto.
Ignoraban la intimidad
de nuestros abrazos
voluptuosos,
la ternura de nuestra fatiga.
Acaso los rostros amigos,
las fotografías,
los paisajes que hemos visto juntos,
tantos gestos que hemos entrevisto
o sospechado, los ademanes
y las palabras de ellos,
todo, todo ha desaparecido
y estamos solos bajo la lluvia,
solos en nuestro compartido,
en nuestro apretado destino,
en nuestra posible muerte única,
en nuestra posible resurrección.
Te quiero con toda la ternura de la lluvia.
Te quiero con toda la furia de la lluvia.
Te quiero con todos los violines de la lluvia.
Aún tenemos fuerzas
para subir la callejuela empinada.
Recién estamos descubriendo l
os puentes y las casas,
las ventanas y las luces,
los barcos y los horizontes.
Tú estás arriba,
suntuosa y bíblica,
pero tan humana,
increíble, pero, tan real,
numerosa, pero tan mía.
Yo te veo hasta
en la sombra imprecisa del sueño.
Oh, visitante.
Ya es seguro que ningún
desvío nos separará.
Iguales luces señaleras
nos atraen hacia la compartida vida,
hacia el destino único.
Ambos nos ayudaremos
para subir la callejuela empinada.
Ni en nuestra carne
ni en nuestro espíritu
nunca pasaremos la línea del otoño.
Porque la intensidad de nuestro amor
es tan grande, tan poderosa,
que no nos daremos cuenta
cuando todo haya muerto,
cuando tú y yo seamos sombras,
y todavía estemos pegados,
juntos,
subiendo siempre la callejuela
sin fin de una pasión irremediable.
Oh, visitante.
Estoy lleno de tu vida y de tu muerte.
Estoy tocado de tu destino.
Al extremo de que nada te pertenece sino yo.
Al extremo de que nada me pertenece sino tú.
Sin embargo yo quería hablar de la lluvia,
igual, pero distinta,
ya al caer sobre los jardines,
ya al deslizarse por los muros,
ya al reflejar sobre el asfalto las súbitas,
las fugitivas luces rojas de los automóviles,
ya al inundar los barrios
de nuestra solidaridad
y de nuestra esperanza,
los humildes barrios de los trabajadores.
La lluvia es bella y triste
y acaso nuestro amor sea bello y triste
y acaso esa tristeza
sea una manera sutil de la alegría.
Oh, íntima, recóndita alegría.
Estoy tocado de tu destino.
Oh, lluvia. Oh, generosa.

No hay comentarios.: