martes, agosto 22, 2006

Borges

FRAGMENTOS DE UN EVANGELIO APÓCRIFO





  

· Desdichado el pobre en espíritu, porque bajo la tierra será lo que ahora es en la tierra.

· Desdichado el que llora, porque ya tiene el hábito miserable del llanto.

· Feliz el que no insiste en tener razón, porque nadie la tiene o todos la tienen.

· Feliz el que perdona a los otros y el que se perdona a sí mismo.

· Bienaventurados los mansos, porque no condescienden a la discordia.

· Bienaventurados los misericordiosos, porque su dicha está en el ejercicio de la misericordia y no en la esperanza de un premio.

· Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque les importa más la justicia que su destino humano.

Nadie es la sal de la tierra; nadie, en algún momento de su vida, no lo es.

· Que la luz de una lampara se encienda, aunque ningún hombre la vea. Dios la verá.

· No odies a tu enemigo, porque si lo haces, eres de algún modo su esclavo. Tu odio nunca será mejor que tu paz.

· No exageres el culto de la verdad; no hay hombre que al cabo de un día, no haya mentido con razón muchas veces.

· No jures, porque todo juramento es un énfasis.

· Resiste al mal, pero sin asombro y sin ira. A quien te hiriere en la mejilla derecha, puedes volverle la otra, siempre que no te mueva el temor.

· Yo no hablo de venganza ni de perdones; el olvido es la única venganza y el único perdón.

· Hacer el bien a tu enemigo puede ser obra de justicia y no es arduo; amarlo, tarea de ángeles y no de hombres.

· Hacer el bien a tu enemigo es el mejor modo de complacer tu vanidad.

· No acumules oro en la tierra, porque el oro es padre del ocio, y éste, de la tristeza y del tedio.

· Busca por el agrado de buscar, no por el de encontrar.

· Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena.

· Feliz el pobre sin amargura o el rico sin soberbia.

· Felices los valientes, los que aceptan con ánimo parejo la derrota o las palmas.

· Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor.
     
       Jorge Luis Borges
 

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